Protagonista central de los debates en torno al amateurismo y lo naif como antídotos cognitivos contra la sensibilidad aspiracional del arte argentino, producido en un contexto de capitalismo periférico, Heller moldea el software a la fuerza, impregnando los polígonos con su lirismo desacatado y corrosivo. El tipo de imagen digital de la que se vale tiene una naturaleza ubicua, ya que su complexión maleable y tersa es patrimonio no solo del entretenimiento de masas -largometrajes de animación, videojuegos- sino que también puede encontrarse en las librerías gratuitas de modelos 3D, en la ingeniería arquitectónica, en el diseño de medios, industrial y de indumentaria, etc. Entonces, como un reflejo invertido de la torsión a través de la cual lo underground es subsumido por el mainstream, Heller negocia con la tecnología imaginal dominante solo para someterla a un desguace artesanal. Se hace eco de la estética cultural apenas lo suficiente como para intentar rehabilitarla.